viernes, 17 de mayo de 2013

Tiempo, tiempo y tiempo

Tiempo. Tiempo. Tiempo. ¿Qué hacemos más que perderlo o ahorrarlo? ¿Por qué no vivirlo en todo su esplendor? Nuestra inconsciencia lo maneja como le da la gana: rápido cuando debe ir lento, lento cuando debe ir rápido, confuso cuando tiene que ser concreto, concreto cuando nunca debería de serlo... Algo tan exacto y a la vez tan abstracto, igual que el aire o las olas del mar.
Tiempo. Tiempo. Tiempo. Ese que parece un suspiro cuando te haces viejo, ese que cada día me doy más cuenta de que se me escurre entre los dedos. ¿Puedo recogerlo? ¿Qué forma y color tiene? Azul y cuadrado, negro y redondo, verde y aplastado ... Presente, futuro, pasado... volvería hacia atrás, cambiaría muchas cosas, pero también cambiaría yo.
En realidad odio el tiempo. Odio el tiempo como odio  todos los límites. Odio el límite entre la locura y  estar cuerdo... Quién dice que estás aquí o está allá? Odio el límite entre lo bello y lo repulsivo, entre lo felíz y lo triste. Odio el límite entre el tiempo y mi vida, pero, ¿que es la vida más que el transcurso del tiempo?, ¿qué es una vida más que una historia que contar? No se puede contar algo sin tiempo, ni una historia transcurrir sin un tic tac.
Tic-tac, tic-tac ... A saber cuántos tics y cuantos tacs llevo aquí perdidos escribiendo.



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